Fue una maravillosa experiencia que me mostró el rostro dolorido de Jesús en las persona tan necesitadas de Dios, de una mano amiga, de alguien que quiera escuchar tanto dolor de niños y mujeres maltratadas y percibir el abandono en el que se encuentran las familias abnegadas y trabajadoras de esta región olvidada e ignorada por los gobiernos de turno...


Blanca Cecilia López Ante todo, doy gracias a Dios por la invitación que me hizo a través de la hermana Lorena, al Espíritu Santo que me impulsó a decirle sí y me acompañó durante esa hermosa experiencia para dar algo de lo que he recibido en la formación como laica misionera de LAMITEA y a lo largo de mi quehacer como hija da Dios y miembro de la iglesia. También doy gracias a mamita María que siempre intercedió por mí y me acompañó por esos caminos polvorientos y de las diferentes casas y fincas que pudimos visitar.

Fue una maravillosa experiencia que me mostró el rostro dolorido de Jesús en las persona tan necesitadas de Dios, de una mano amiga, de alguien que quiera escuchar tanto dolor de niños y mujeres maltratadas y percibir el abandono en el que se encuentran las familias abnegadas y trabajadoras de esta región olvidada e ignorada por los gobiernos de turno, que se hallan sumidas en el analfabetismo, y casi me atrevo a decir al desconocimiento de las verdades y bendiciones que reciben dentro de la iglesia porque no cuentan con pastores suficientes para orientarlos y guiarlos por el camino de la salvación.

Percibí muchos deseos de aprender y conocer de la Palabra del Señor, de los misterios de la Navidad; fue muy grato saber que sembramos una semillita de amor por el Santo Rosario, la necesidad de recibir los sacramentos de iniciación cristiana ya que hay familias enteras con hasta cinco niños sin el sacramento del bautismo, un altísimo porcentaje de familias en unión libre en la mayoría de los casos conformadas por parejas que profesan diferente credo.

Finalmente me vengo con la satisfacción del deber cumplido y el eterno agradecimiento con todas las personas y familias que nos acogieron con tanto amor, sinceridad y aprecio el cual expresaron en la manera sencilla y auténtica de atendernos y procurar que nos sintiéramos cómodas, bien atendidas y como en casa. El afecto de los niños y niñas que en muchos momentos nos hicieron sentir como si fueran nuestros propios hijos con su ternura y muestras de afecto del que tal vez adolecen al interior de sus familias y con su entusiasta participación en las diferentes actividades. Agradecimiento especial a Jenny mi compañera de camino y al párroco el padre John por su trato amable y generosidad.

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