Atarceder en la selva amazónica

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A partir de una adecuada concepción cristiana de la creación, siempre y totalmente orientada hacia la salvación, lo último hacia lo que el hombre está direccionado es el Dios que gratuitamente toma la iniciativa de la salvación y que libremente se auto comunica. La experiencia espiritual auténtica no consiste en un simple cúmulo de sensaciones. Toda experiencia verdaderamente humana está abierta a lo trascendente y, por lo tanto, a lo espiritual. Esta es el carácter que fácilmente vemos en Monseñor Builes Obispo, Misionero y Fundador....

Así sabemos que, en la vida de nuestro Venerable Fundador, es la confianza y la recepción del misterio lo que vuelve posible su experiencia mística. Él es invitado a participar de la misma experiencia ejemplar de Jesús, viviendo con Él, por Él y en él el misterio de la entrega total en las manos del Padre. 

Miguel Ángel Builes, es el místico que entró en el misterio de la selva amazónica y se dejó envolver de tal manera en este misterio que paso a paso llegó hasta lo más hondo hasta encontrarse allí con el MISTERIO de Dios mismo. 

“Con estos latidos de la naturaleza selvática y del indio melancólico, junté los de mi enfermo y agitado corazón, y volviendo hacia arriba mis ojos miré al Padre del Cielo y le pedí que con los latidos del corazón de la selva y el alma acongojada del pobre indígena con sus gemidos de tristeza, aceptara mi corazón de misionero con sus ansias de redención para los paganos, unidos al Corazón del Redentor que late sin cesar de amor a los hombres; y que por esas relaciones divinas nos hiciera santos a mí y a los míos y nos regalara muchas almas, para llevárselas al Cielo”. Diario MAB 14/10/50

El místico Builes fijó su mirada contemplativa en la realidad que encierra la selva, que además del encanto y belleza que ofrece la naturaleza, también engendra un inquietante escenario en el que viven seres humanos, seres creados a imagen y semejanza de Dios. De igual manera en el numeral 10 de la Exhortación Apostólica QUERIDA AMAZONIA leemos “Allí no encuentran una real liberación de sus dramas sino las peores formas de esclavitud, de sometimiento y miseria. En estas ciudades, caracterizadas por una gran desigualdad, donde hoy habita la mayor parte de la población de la Amazonia, crecen también la xenofobia, la explotación sexual y el tráfico de personas. Por eso el grito de la Amazonia no brota solamente del corazón de las selvas, sino también desde el interior de sus ciudades”.

En cuanto puso sus pies en el territorio selvático del Vaupés, nuestro Venerable Fundador, le llegó muy dentro de sí mismo una realidad innegable tan idéntica a la que en este siglo XXI se nos descifra en el reciente Sínodo Amazónico. Así lo escribe Miguel Ángel Builes, el místico, cuando entró en el misterio de la Amazonia. “Lo triste con estas tribus es la esclavitud a que los tienen sumidos algunos de los caucheros venidos de afuera, pues apenas sí perciben un vil salario y se han cometido abominables atropellos contra las jovencitas, hijas de los pobres indios, sin que se columbre su redención en estas inmensidades sin vías de comunicación. Baste anotar que fuera de las trochas intrincadas de los indios, no hay sino los ríos con sus innumerables torrentes o chorreras, que aquí llaman “cachiveras”. Diario MAB 15/10/50

Leemos en el documento post sinodal “Quiero agregar que muchos dramas estuvieron relacionados con una falsa “mística amazónica”. Notoriamente desde las últimas décadas del siglo pasado, la Amazonia se presentó como un enorme vacío que debe ocuparse, como una riqueza en bruto que debe desarrollarse, como una inmensidad salvaje que debe ser domesticada”. Querida Amazonia 12

También hoy sería muy necesaria una mirada de Dios, una mirada mística, verdadera mística como la del Obispo Misionero y Fundador que supo contemplar y leer la realidad de la selva en su paso por ella durante 40 días, que ensancharon su ardor misionero, su anhelo de santidad, sí, pero también, su decisión de buscar y encontrar muchas personas encendidas en amor para buscar salida y tratar de transformar en más humana la situación de tantos hermanos y hermanas. “Lo que falta son vías de comunicación que atajen la penetración extranjera y den salida a los frutos que no se siembran porque no hay esperanzas de tener mercados. De ahí que ni para vivir se siembra. Pregunté por existencias de ganado de las diversas especies y me dijeron los padres: hay media docena de cabezas de ganado vacuno y alguna docena de cerdos. No hay ni un solo caballo, ni un asno absolutamente; solo dos mulas antediluvianas de la Comisaría. Algunas gallinas que no hay con que sostener porque no hay maíz, ni arroz, ni granos de ninguna clase”.  Diario MAB 15/10/50

Por algo, sus hijos, sus misioneros y misioneras andan por la región amazónica, abriendo camino de evangelio en el caudaloso rio que lleva en su cauce un sagrado misterio encerrado en la espesa selva. Por algo también las Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias entraron en la aventura fascinante de ejercer la misericordia en la selva amazónica del Perú, nuestro hermano país. 

En el departamento de Ucayali, en el Vicariato Apostólico de Pucallpa, allí están las Hijas de la Misericordia. Esos suelos de Pucallpa son pobres para la agricultura, aunque se cultiva la silvicultura. Los principales cultivos que se pueden utilizar dentro de la región exterior de Pucallpa son maíz, yuca, plátano y una gran variedad de frutas. La mayor parte de la superficie terrestre es arcillosa, lo que dificulta el tránsito durante las lluvias debido a la debilidad del terreno. Aunque la cerámica fue una de las técnicas más conocidas, los nativos supieron aprovechar al máximo este material, preparándolo con elementos que mantenían su resistencia sin destruirse. Se considera que el nombre de la ciudad es un homenaje a la popularidad de esta tradición, que actualmente es conocida en varios países y es símbolo de la cultura del lugar. 

“El indio de todas estas tribus es de carácter muy suave, aunque melancólico que se comunica al que los trata. Acostumbrados a los brutales tratamientos y tiránicas maneras y horrenda explotación de los caucheros de la vieja casa Arana y de otros semejantes empresarios del caucho y verdaderos verdugos de esta raza atormentada y esclavizada. Nuestros pobres indios viven tristes, sin esperanzas en la tierra y sin saber que allá arriba, por entre los claros de la manigua obscura hay un cielo para ellos, donde algún día se acabarían sus pesares, se secarían sus lágrimas y se abrazarían con ese Dios, su principio y su fin, a quien no aman porque no le conocen y hacia el cual no lanzan una mirada de amor ni un suspiro del corazón porque, pobrecitos, no saben de dónde vienen ni para dónde van”. Diario MAB 15/10/50

Antes de la colonización de Sudamérica, toda la selva era habitada por nativos. La colonización fue muy difícil debido a las enfermedades que ocurrían o a los ataques de desconocidos, por lo que no hubo suficiente información para saber cómo vivían. En el siglo XV comenzaron las exploraciones. Los primeros franciscanos empezaron a fundar poco a poco las aldeas entre el río Ucayali y el río Perené.  Escribe en sus relatos de los 40 días en el Vaupés: “Pero no está aquí la redención económica de estas numerosísimas tribus: está en la agricultura y la ganadería y en las vías de comunicación urgentísimas en este sudeste colombiano” Diario MAB 16/10/50 “Extendí entonces la mirada de mi alma hasta la limite extensión de los mundos, y volví a sentir mis eternas nostalgias de dar a Dios todas estas almas infelices, a las cuales no ha llegado aún la luz de la verdad, ni ha venido a teñirles una gota siquiera del torrente de sangre redentora. Feliz noche aquella que pasé en la inmensidad insondable de la maraña, sintiendo las palpitaciones del corazón de Dios y su augusta majestad, la que me envolvía suavemente y me sobrecogía sin turbarme”. Diario MAB 18/10/50

El ambiente era muy ecológico y simplificado, manteniéndose conservado durante años. Las casas eran de hojas de palmeras y ventiladas y vivían en el bosque. Sus difuntos eran enterrados secretamente en vasijas en sus propias casas. Sobrevivían de la pesca, y utilizaban plantas medicinales como recetas médicas. Con profunda experiencia anotó: “Hablé también con la naturaleza virgen, me incliné un poco y sentí sus pulsaciones; oré con ella y me elevé de nuevo hasta Dios para cantarle el himno de gratitud y amor y para rogarle que me diera lo que me pedía: almas, almas, almas, fuego en mi pecho, santidad de vida”. 18/10/50 “Amanecí alegre, festivo, feliz por encontrarme tan cerca de Dios habiendo sentido tan claros y acelerados en el augusto silencio de la noche, los latidos del Corazón de Dios en la naturaleza”.  Diario MAB 19/10/50

La comunidad de las Hijas de la Misericordia, desde hace más de 25 años, residen en el municipio de Aguaytia, en el departamento de Ucayali, desde donde se desplazan a las poblaciones vecinas para ejercer la misericordia a través de la divulgación del amor de Dios por la enseñanza de la catequesis, formación de maestros y catequistas, acompañamiento a la comunidad juvenil, a la comunidad de laicos de la misericordia y a las comunidades de los distintos sectores urbanos y rurales. Participando del sueño eclesial que se nos describe en la Exhortación Querida Amazonia en el numeral 64, “Ellos tienen derecho al anuncio del Evangelio, sobre todo a ese primer anuncio que se llama kerygma y que «es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra». Es el anuncio de un Dios que ama infinitamente a cada ser humano, que ha manifestado plenamente ese amor en Cristo crucificado por nosotros y resucitado en nuestras vidas”. Y en el numeral 74 leemos: Al mismo tiempo, la inculturación del Evangelio en la Amazonia debe integrar mejor lo social con lo espiritual, de manera que los más pobres no necesiten ir a buscar fuera de la Iglesia una espiritualidad que responda a los anhelos de su dimensión trascendente. 

Tierra y gentes de Aguaytia, en la selva que escuchan el fuerte canto del rio en su paso por el territorio peruano, que ven las imperiosas caídas de sus aguas espumosas, gentes de Aguaytia cuya vida transcurre en la enmarañada realidad de contraste entre la riqueza natural y el desvío de los cultivos de coca en la búsqueda de equilibrio; donde tiene precio el sueño expresado en el Sínodo, un sueño social, un sueño cultural, un sueño ecológico, un sueño eclesial. Es un solo sueño si nos acercamos con la óptica mística de Miguel Ángel Builes, el único sueño de que la Buena Noticia de la Misericordia cristifique lo social, lo cultural, lo ecológico y lo eclesial.   

Cuando Monseñor Builes, emprendió su viaje al Vaupés el 12 de octubre de 1950 llevaba muy dentro su afán madurado en la oración, por percibir la esperada “señal” para ultimar su decisión de fundar a las Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias, así lo anotó en su diario momentos antes de salir en su aventura misionera de 40 días, que suena a eternidad por la presencia de sus hijos e hijas en la extensa y diversa región amazónica: “Hoy partiré para el Vaupés asegurado en la columna de mi Madre del Pilar, cuya fiesta se celebra. A las 9 de la mañana me confieso con el ordinario, y expuesto el asunto de la nueva fundación y habiéndole manifestado que mi Dios no me había querido dar la señal exterior suplicada pero que por las circunstancias arriba anotadas me había resuelto, esperando como es claro la aprobación de mi confesor, éste me contestó: “Hágalo; y en vez de la señal hasta hoy rogada, diga al señor que si no quiere la obra le diga que no la haga, y repita sin cesar dicha petición hasta que llegue el día señalado”. Con estas palabras, en nombre del Señor lanzaré la red, y el quinto rayo de mi estrella podrá empezar a brillar”.

Venerable Miguel Ángel Builes, EL MISTICO CON PIES Y CORAZON EN EL MISTERIO DE LA SELVA AMAZONICA, dejó allí sus huellas imborrables, aun las vemos, y en sus huellas

misioneras por la selva amazónica, hoy andan Misioneros de Yarumal, Misioneras de Santa Teresita e Hijas de la Misericordia, con la arriesgada obstinación misionera de seguir soñando y gritando:

 ¡Oh Querida Amazonia!.

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