Ingreso al Carmelo de Lisieux con tan solo 15 años, e inició su carrera de gigante hacia la santidad, en su autobiografía, historia de un alma escribe: “siempre he deseado ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección”.
Muere el 30 de septiembre de 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después de patrona universal de las misiones. La llamó “la estrella de mi pontificado”, y definió como “un huracán de gloria” el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada “Doctora de la Iglesia” por el Papa Juan Pablo II EL 19 de octubre de 1997 (día de las misiones).