Con el deseo de hacer el mayor bien espiritual a esta rica y bendecida región de Ituango, hemos llegado desde el veintinueve (29) del mes pasado a practicar la santa visita pastoral, con carácter de misión como lo hemos hecho en todas partes del territorio de Ituango.
“Gracias por enviarme ese documento tan precioso de las visitas pastorales de Monseñor Builes al Aro. Sin duda en su época la parroquia talvez más difícil y más lejana. Había unas lejanísimas y sin vías, la misma Santa Rita, El Aro y algunas de Yarumal, pero ésta apenitas ahora le va a llegar la carretera. Pero es admirable la dedicación de Monseñor Builes a visitar un pequeño caserío y a dejar las recomendaciones debidas, para que se sostuviera como parroquia”.
He leído con visible complacencia y en espíritu de fe dos actas de sendas visitas pastorales a la Parroquia de La Granja, corregimiento ubicado al norte del extensísimo municipio de Ituango, hechas por el entonces obispo diocesano, Monseñor Miguel Ángel Builes Gómez, cuyo nombre no necesita presentación en la Iglesia particular de Santa Rosa de Osos ni en el ámbito de la geografía nacional.
Trabajó con los pobres y los enfermos en una casa- dispensario que la Comunidad tenía en Bajo Paris barrio marginado de Medellín. Allí misionó cómo enfermera y en un campo abierto de medicinas alternas durante unos 18 años. Luego sirvió en un consultorio en la Casa Madre. Allí atendía, también, a sacerdotes; y por esto pudo conocer sobre la soledad y el sufrimiento de algunos sacerdotes.
Para salir, se necesita estar dentro; nadie sale si primero no está dentro. ¿Dentro de qué? ¿Dentro, con quién? Y la imaginación, amiga de la poesía, me llevó a ver, como entre sueños, a Miguel Ángel, ¡dentro!… dentro de Dios, en diálogo íntimo y, como él mismo lo señala en su testamento espiritual, “en amistad estrecha con Jesús”, como quien recibe instrucciones del Maestro, que le indica dónde ir, cuándo ir y cómo ir.
FELIZ ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN DEL INSTITUTO DE LOS MISIONEROS DE YARUMAL
“A misionar primero su Patria y después el mundo”. Por eso el cuadro inferior de la izquierda es el globo total de la tierra: “Después el mundo”. Y como mi Madre del Cielo no puede faltar de manera alguna en mis obritas, el cuarto cuadro es Ella, bajo la advocación, “Reina de las Misiones”. Pero al centro, donde se cruza la línea de los cuadros están un cáliz con su hostia y mi Cruz bendita”.
“No era enjuto como muchos campesinos desnutridos que recorrían las veredas de su pueblo. Creció fuerte y arrogante. Trató de castigar su cabeza con un gesto de modestia que le daba mayor aire de atracción. Ofrecía una sonrisa forzada que constreñía la poderosa mirada innata”. Monseñor Builes fue un líder por excelencia, monolítico en sus creencias, batallador incansable y muchas veces “la voz que clama en el desierto” en su particular forma de ver las cosas.”
¡Ah! el ansia infinita de nuestro corazón por el bien, nos manifiesta con harta claridad, que Nuestro Señor, queriendo reinar en nuestro corazón, labró en él un vacío inmenso que sólo Él podía llenar; y así se explica el grito del Doctor de la gracia, San Agustín, que es el grito de la humanidad en su anhelo supremo por el bien[…]. Nos hiciste para Ti, oh Dios mío, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti.
¿Cómo podrá el sacerdote, la religiosa, el hijo del venerable monseñor Builes, hacer intercambio de corazones con el Divino Corazón de Jesús? En diversas páginas de Mi Estamento Espiritual, viene subrayada esta súplica potente
Una cualidad de nuestros queridos hijos de esta parroquia nos llena de consuelo, es que en la mayor parte de los hogares se observan todavía las costumbres patriarcales que se van esfumando en todo el mundo. No vayan pues a permitir nuestros amados hijos que el protestantismo y el comunismo se vengan a infiltrar en tan querida parroquia, para que no se desquicien las bases de la sociedad cristiana, que son los hogares que se asemejan al hogar de Nazaret.
Desde luego queremos interesar a nuestros amados fieles en la intensificación de la vida cristiana en éstos tiempos atroces que vivimos. Meditación diaria, Misa, comunión, visita al Santísimo, rosario vespertino, oraciones de la mañana y de la noche: he ahí las prácticas comunes que sirven de aceite a la lámpara del espíritu y alimentan la vida cristiana.