¿Cómo podrá el sacerdote, la religiosa, el hijo del venerable monseñor Builes, hacer intercambio de corazones con el Divino Corazón de Jesús? En diversas páginas de Mi Estamento Espiritual, viene subrayada esta súplica potente.
Cómo realizar este ideal de ser Jesús: Acuérdense que están vestidos de Jesús y que todo lo de ustedes es de Él, y entonces todo lo de ustedes estará despojado de cuanto no es Jesús. Si piensan que son Jesús, como en efecto lo son, toda su vida será divina porque no estorbarán sus divinas actividades y su alma será una y su corazón será uno con Él. “Un corazón y un alma”1, o como se ha dicho de San Pablo “Corazón de Pablo, corazón de Cristo”.2
Cuando su corazón sea el corazón de Cristo, cuando su corazón piense a lo netamente cristiano, entonces para Ustedes no habrá yo. Entonces para no habrá carne, no tendrá influjo alguno el demonio, porque el corazón de mis hijos3 será como el de Pablo, como el de Santa Teresita, el Corazón de Cristo. Fue que Cristo tomó posesión de tu corazón, Hijo, y te elevó hasta Él, uniendo y como identificando con su Corazón tu corazón, porque quiere vivir su vida divina en Ti. Entonces podrás exclamar suplicante: ahora sí, Jesús, vive en mí tu vida como tú quieras, como te agrade, lata tu Corazón al unísono del mío y lleve el mío en cada latido, tu mismo compás.
Una histórica página que trascribe en Mi Testamento Espiritual, será el recuerdo más vivo y elocuente de ese humilde intercambio que le hiciera apenas de seminarista, el hoy venerable Monseñor Builes:
“Recuerdo, Hermanos, que por allá por los años de 1911 a 1914, ante una imagen4 del Sagrado Corazón, la que ustedes no habrá yo, no habrá mundo, rodeaba de flores5 en mi alcoba del Seminario Conciliar de Antioquia, celebré un convenio con Él y lo realizamos, creo, por lo que yo sentía en mi ser todo entero. En mis ansias de amarlo y hacerlo amar, le decía: “Amado mío, cambiemos corazones y dígnate meter en las cavidades de tu pecho este pobrecito mío, y entre tanto permite que penetre en las cavidades de mi pecho el divino y palpitante Corazón tuyo.
Y verás cómo pasará tu sangre divina por mi enfermo, pero amante corazón para santificarlo y derretirlo de amor, y entre tanto la sangre de mis venas pasará por tu divino y enamorado Corazón y me encenderás todo mi ser en tu divino fuego”. Con este convenio salía yo siempre ganando y creo que el Amado de mi alma atendía mis ruegos. Muchas veces al día repetíamos los hechos que han oído. ¿Por qué, hijos, no hacer lo mismo?6
Verdad hermanos, verdad que ya no se encontrará nada de inhumano, nada de material, nada de lo llamado por nosotros, enteramente, nuestro:
Jesús para encontrar corazones que se entreguen así con fuerzas, alma y corazón, Jesús para amar en ese grado infinito e inconmensurable al Padre, anda buscando corazones que se le entreguen de verdad, que se abandonen en sus manos y en su corazón “para satisfacer libremente en ellos y por medio de ellos, su pasión infinita de amor divino”.
Entre ellos están ustedes.7 Estas suplicas tiernas de Jesús, no han de ser desoídas por mis hijos e hijas8, hijos de la Santita más grande de los tiempos modernos, que desde niña se entrego al amor y nada negó a Dios desde que le conoció, Santa Teresita de Niño Jesús, su patrona, su modelo, su madre9 en Religión. Den, pues, sin vacilaciones a Jesús su corazón con todos sus latidos para amar al Padre al mismo ritmo del Corazón de Jesús unido al de ustedes.10
Jesús lo quiere y la teología lo enseña, y la Escritura lo trae en sus textos sagrados y Él lo ha pedido:
“Hijo mío, dame tu corazón”. Por lo cual yo no he querido sino hacer más gráfica y más real la entrega de mi corazón para recibir en cambio ese Corazón que tanto ha amado a los hombres, para que Él viva en mí su vida y obre en mí como a bien tenga y por cuenta de Él, nunca por cuenta mía, y con toda la amplitud de su inmensa caridad.
Si proceden hijos míos de manera semejante, despojados de ustedes mismos para dar lugar al Amado, el Corazón divino de este Amado Señor será el que palpite en su pecho; y vivirá Él, no ustedes, su propia vida, haciendo que se anonaden a ustedes mismos para encontrarle a Él y sustituir el yo por Jesús. Continúa...
***