La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación que es su afianzamiento; y la Eucaristía que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en Él.

Tanto en su vida personal como en su ministerio episcopal, el Obispo alcanza la espiritualidad de la Eucaristía; ejerce el ministerio de la santificación a través de la celebración de la Eucaristía y de los demás Sacramentos, la alabanza divina de la Liturgia de las Horas, la presidencia de los otros ritos sagrados y también mediante la promoción de la vida litúrgica y de la auténtica piedad popular. Como vimos ampliamente en la introducción, es suficiente observar su escudo episcopal. Durante el proceso diocesano, se pidió a los testigos ¿qué medios usaba habitualmente Monseñor Builes para mantener y conservar el espíritu de fe (la oración, la meditación de la Palabra de Dios y de los misterios de la fe, la vida litúrgica y sacramental, el culto a la Eucaristía, la piedad mariana, la veneración a los santos y a los ángeles, abandono y confianza en la Providencia Divina)? Trascribimos algunos de los testimonios que reflejan lo dicho aquí:

1. En el culto a la Eucaristía era exacto y tenía gran cuidado con los vasos sagrados y las Especies. Todo tenía para él un sentido sublime. Era grande su alegría al abrir una nueva casa religiosa porque se “abría un sagrario más”. Sufría mucho cuando había que cerrar un sagrario.
    
2. Para mantener su espíritu de fe acudió continuamente a la oración, la meditación de la palabra de Dios, el culto a la Eucaristía.
    
3. Buscaba mucho la oración y nos la aconsejaba a nosotros. Frecuentaba el sacramento de la penitencia, la celebración diaria de la Eucaristía.
    
4. Muy fervoroso en la Eucaristía. Gran amor al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen. Enamorado de la Sagrada Biblia y de la doctrina de la Iglesia. Su espíritu de fe profunda se manifestaba en la oración y gran amistad con el Señor. Uno aprendía de él y procuraba imitarlo en la oración, en la plegaria, en la entrega en las manos de Dios incondicionalmente. En sus momentos difíciles su desahogo era la oración: “me postro ante el Santísimo, ante la Madre de las Misericordias y me desahogo”, nos decía.
    
5. Era amante de la Eucaristía. Todos los días nos hacía media hora por la noche, de un vivir la presencia de Dios viva y fuerte. Hacíamos un examen, ¿cómo habíamos vivido la unión con Dios a través del día, rutina o entrega total a Dios? Después de la media hora ante el Santísimo expuesto, se quedaba rezando. Todos los días rezaba los mil Jesús y los siete dolores de la Santísima Virgen.
    
6. Con la liturgia era especial. Él gozó mucho después del Concilio Vaticano II: la celebración de la Eucaristía de frente y la participación del pueblo de Dios, le encantaban.
    
7. Tenía un gran amor a Jesucristo, gran celo por la gloria de Dios, por la salvación de las almas... Mantuvo su espíritu de fe por la oración, la meditación de la palabra de Dios, la vida litúrgica y sacramental, el culto a la Eucaristía y el amor a la Santísima Virgen.
    
8. Manifestaba su fe siendo un hombre de mucha oración. Meditaba continuamente la palabra de Dios y los misterios de la fe. Vivía la vida litúrgica y sacramental, sobre todo el culto a la Eucaristía y a la Santísima Virgen, totalmente entregado a la Providencia de Dios.
    
9. Amigo de la Eucaristía, de la Santísima Virgen. Si no hubiera sido por su fe, no habría podido fundar sus institutos.
    
10. Devoción especial a la Eucaristía, a la Virgen de las Misericordias. Daba testimonio en toda la vida sacramental, tanto para él como para los demás.

Hna. Nora Gómez Vargas mt
Postuladora Causa MAB.

Foto de Unsplash

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