Blog de Espiritualidad Teresiano
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Miguel Ángel Builes

EL SEÑOR ABUNDA EN MISERICORDIA

“Volved vuestros ojos sobre mí y tened compasión de mí Señor, porque soy solo y pobre; Ved mi humillación y mi trabajo y perdóname todos mis pecados”. Y el Señor que abunda en misericordia tendrá compasión de este obispo pecador, que no puede dar un paso en la senda de la santidad. Sí, yo me humillo bajo la mano poderosa del Señor para que me levante en el momento de su visita; y o pongo todos mis cuidados y preocupaciones en sus manos adorables, ya que Él es el que cuida de mí.

Sí, mis negocios son todos suyos y Él se preocupa mucho más de mí y de mis empresas que yo mismo, pobre instrumento que Él tiene que perfeccionar para que sirva de algo.

¿Dios mío como es que tú mismo realizas las obras comenzadas por tu gloria? Pues si esto es incomprensible, es sin embargo una consoladora verdad. Así lo enseña San Pedro: “El Dios de toda gracia que en Cristo Jesús nos ha llamado a su eterna gloria, Él mismo os perfeccionará, os afirmará y os dará solidez después de que hayáis sufrido un poco”.

Por eso voy a decirte, Jesús, con toda mi confianza y simplicidad que me alcances del Padre tan gran bien, por tu divina mediación. Que Él me perfeccione a mí y a mis obras por ti, que Él me afirme y solidifique y afirme y dé solidez a mis empresas, después de los pequeños sufrimientos padecidos con tanto gusto y alegría por su gloria. 

Esta confianza reposa en mi corazón. Y ahora que estoy viendo estos seminaristas de Pont- Vian estos de Montreal y estos novicios de Quebec, plenos de amor y celo misional, tengo que decir a mi Jesús: dueño querido de mi vida y de mis obras, no te fijes por piedad en mis pecados sino en tu gran misericordia.

Perfecciona, afianza y da solidez a tu Seminario de Yarumal. Esos queridos Padres y alumnos y las almas que los esperan en las tierras de misiones no tienen la culpa de mis ingratitudes e infidelidades.

No me mires pues a mí, pecador; mírame como objeto blanco de tus infinitas misericordias y da la santidad a tus Javieres y teresitas, y da la fe a los infieles que les tienes preparados y la gracia a los pecadores que han de ser su conquista. 

Ni ellos ni sus futuras conquistas tienen la culpa de mis infidelidades. 

No los vayas a castigar a ellos; a mí, cúbreme con el manto de tu infinita misericordia.

“Oh Dios, protector de los que en Vos esperan y sin el cual nada hay firme ni santo; multiplica sobre nosotros vuestras misericordias, para que guiados y dirigidos por Vos, usemos de tal modo de los bienes temporales que no vayamos a perder los eternos. Por Nuestro Señor Jesucristo... Y el Señor multiplicará para mí y los míos su gran misericordia.

“Que esperen en Vos todos los que conocieron tu nombre, Señor: porque Vos no abandonáis a los que os buscan”. Yo conozco vuestro nombre, Señor; por eso Señor voy detrás de vuestras huellas divinas en busca de vuestra gran misericordia. Amén.

Diario, junio 15 1947.


Foto de Archivo histórico, Libre de uso

 

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