Hna. Lorena Mendoza P. Agradecemos a Dios Padre, la entrega, el sacrificio, la donación de algunos de los integrantes de Lamitea, quienes, dejando a sus familias, comodidades, fiestas, descanso de vacaciones, asumieron con amor el reto de ir a vivir a Cristo con sus hermanos en las diferentes veredas que fueron enviados a compartir con sencillez, la experiencia vivida de Cristo, durante todo el año. En su rostro reflejan la alegría, el gozo de una misión llena de sorpresas, de bendiciones, de amor, de ternura de las personas que sin conocerles les abrieron, no solo las puertas de sus casas, sino las puertas de su corazón, permitiéndoles crecer en su camino formativo integral.

Cuando se es, consciente de que el Dueño de la Obra es Dios, se es capaz de abandonarse a su santa Voluntad y dejarse guiar como el Instrumento dócil al Santo Espíritu y se lanza a lo desconocido con la confianza en las palabras del Señor dichas a Jeremías “yo pondré mis palabras en tu boca”.

Es admirable mirar que el fuego que hay en el corazón de estos Laicos, es el que impulsó a salir de sí, sin importar edad, los quebrantos de salud, los obstáculos de la vida, un régimen alimenticio, con tal de que Cristo sea conocido y amado. Su alegría fue la que más tocó el alma de muchas personas, el ir casas por casas tocando puertas, saludando con la ternura de Dios, brindando una palabra de aliento. Cada novena meditada, reflexionada en el verdadero sentido de la Navidad y del gran gesto que Dios Papá tuvo con la humanidad, al permitir que su Hijo tomara nuestra condición. 

La honra y la gloria para el Creador, que en su Hijo nos ha mirado con ojos de misericordia y nos ha llamado a ser parte de su gran proyecto de Salvación… cada misión es una nueva experiencia, para avivar el primer amor, renovar las fuerzas y sentir a Cristo en sus alegrías, pero también en sus tristezas…. 

Cuando se es, consciente de que el Dueño de la Obra es Dios, se es capaz de abandonarse a su santa Voluntad