En su peregrinar geográfico, pero sobre todo interior, espiritual irá atravesando sucesivas etapas. La primera de ellas, la salida de su tierra y familia, aunque le siguen acompañando sus sueños humanos de gloria.
Patrimonio, honra, riquezas dignas de su ascendencia y acordes con sus ambiciones personales y tal vez con su temperamento. En París se encuentra con Ignacio -15 años mayor que él- por el que, en un primer momento, no podía sentir más que displicencia, rechazo tal vez; enemigo de su familia, había combatido contra sus hermanos mayores. Sus enormes resistencias irán cediendo progresivamente ante la palabra evangélica repetida por Ignacio, al que finalmente considerará como su padre queridísimo. “... ya no conocemos a nadie según la carne” (2 Cor. 5, 16). Su vida cambia totalmente de rumbo, sus sueños, sus ideales se transfiguran y su gloria, a partir de este momento, será únicamente Jesucristo. Años más tarde desde Cochín escribirá a sus compañeros de Roma una célebre carta con referencias claras a su antigua universidad, criticando a quienes persiguen sus propios intereses y buscan “dignidades, beneficios y obispados” [1] que él estaba destinado por tradición familiar a tener beneficios o dignidades, critica aquello a lo que él se sintió tan apegado en el pasado, que retrasaba su conversión, y de lo que él se ha despojado gracias a la misericordia divina. Ahora pertenece a una nueva familia que persigue otros intereses más altos y nobles, los intereses de Jesús de quien ellos son compañeros y enviados.
Marzo de 1540. El embajador de Portugal en la Corte Pontificia salía para Lisboa. Los dos elegidos para ir a la India eran Simón Rodríguez -por ser portugués- y Bobadilla, pero éste llegó enfermo a Roma, el embajador no podía esperar, tal vez eran las “prisas” de la Providencia, Ignacio dice a Francisco: “Esta es vuestra empresa; a vos toca esta misión”. “Aquí estoy”, fue su respuesta. Al día siguiente salieron para Lisboa. Disponible, generoso, entusiasta. Trece meses tardaría en llegar a Goa. Una nueva etapa, un cambio considerable, imprevisto… para él, no para el Señor. Hoy nos resultaría imposible imaginarnos a Francisco de Javier toda su vida en Roma, ejerciendo de secretario de Ignacio de Loyola, cargo que éste le había confiado.” Tomado de: (https://www.javerianos.org/conocenos/san-francisco-javier)
Así como San Ignacio no se rindió en el anhelo de conquistar a Javier para el servicio de Dios, nuestro Venerable Fundador Miguel Ángel Builes Gómez en su testamento espiritual anima a sus hijas e hijos: “Hermana(o) no darás tú el corazón a quien te lo pide en cambio del suyo? ¿No corresponderás con amor al que tanto ha amado el tuyo? Cristo tiene pues corazón y es infinita su ternura. Atraída(o) por el amor acércate a El para que lo conozcas cada vez más y mejor. Piensa que lo que debes hacer es obra de El y que El está en ti para ayudarte a hacerlo. Que haya entre ti y Jesús una amistad delicada y tierna.
El alma amante habla a su Ámado “con motivo de todo y de nada”. Háblale así tú, si es que le amas. “asócialo a todos los actos de tu vida sabiendo que El quiere ser para tí lo que es la raíz para la planta, la savia para el fruto”. Testamento espiritual # 75
Tomado de: (https://www.javerianos.org/conocenos/san-francisco-javier)
Imágen de: Francisco Javier, por Bartolomé Esteban Murillo. Óleo sobre tela, ca. 1670 - Dominio público
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