Van 10 días de este año de 1947. Hoy es el segundo día de ejercicios. Ayer me tuvo pendiente de sus llagas mi Cristo, hoy me ha tenido enajenado mi dulce Madre. Desde la mañana como que me obligó a pensar todo el día en ella. Y ella, tan linda, tan dulce, tan madre, para qué pensó también en mí ¡Oh! mi Madrecita adorada, tú pensando en mí…
Y ¿para qué? ya lo sé: para qué me arrepienta al fin de manera definitiva, renuncie de la manera más absoluta y completa a mí mismo; me entregué totalmente, sin restricciones sin dejar nada para mí, con docilidad perfecta, para que pueda el Amado realizar al fin su obra en mí, pues Madrecita linda, listo estoy Yo sé que mi corazón tendrá que seguir sangrando y beber mis labios copas amargas como en Getsemaní tu Hijo adorado. ¿Y es que? ¿no es El mi fortaleza y mi refugio? Y no eres tú, Madrecita querida mi abogada y mi defensa, mi socorro y mi sostén, mi esperanza y mi amor? Sí, todo esto Eres y mucho más; tú me ayudarás a ese desprendimiento absoluto para que Jesús artífice divino, pueda obrar en mí y hacer de este barro vil una imagen suya y yo pueda presentarme ante ti, madre adorada como justo, ya que ahora y toda mi vida he tenido que llegarme como pobre pecador.
Todo el día estuve viendo mi madrecita desde el pensamiento del Padre Creador ludens in orbe terrarum (trabajando en el mundo entero) con Ella y antes de que el mundo fuera; y la ví Inmaculada en su Concepción, milagro del amor de la augusta Trinidad y en este misterio tan amado recordé que a él le he ofrecido todo mi ser y mis obras del apostolado, Por lo cual es Ella, en esa advocación la dueña de mi vida y de todo lo mío; la vi nacer y me envolvieron las luces y la orquestación de los cielos y la tierra en homenaje a Ella; la vi de 3 años volar al templo y consagrarse a Dios y vivir allí encerradita... (continuará)
Imagen de Robert Cheaib en Pixabay.
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