Vamos a destacar algunos de los rasgos humanos y espirituales más sobresalientes de su personalidad, de su identidad creyente y misionera, poniéndolos en relación con la Trinidad, con ese Dios cristiano, misterio y manantial inagotable de comunión y de amor.
Vamos a destacar algunos de los rasgos humanos y espirituales más sobresalientes de su personalidad, de su identidad creyente y misionera, poniéndolos en relación con la Trinidad, con ese Dios cristiano, misterio y manantial inagotable de comunión y de amor.
Padre. La relación de Javier con Él está hecha de confianza, humildad y servicio. La motivación permanente que guía todos sus afanes y desvelos apostólicos la tiene siempre muy clara y aparece como un hilo conductor constante en sus cartas: “por cuyo amor y servicio vamos”, “por cuyo amor únicamente hago este viaje”. Encontramos, al mismo tiempo, un lenguaje que puede contrariar incluso herir nuestra sensibilidad humana y teológica actual. Aunque se siente en todo momento invadido y envuelto por la infinita misericordia de Dios de la que habla constantemente, con relativa frecuencia hace referencias a posibles castigos divinos. Igualmente encontramos en sus cartas el temor de ofender a Dios. Tal vez, haya que entenderlo desde la perspectiva de quien se ha sentido y se siente profundamente amado y por nada del mundo quisiera ofender a quien es la fuente de tanto amor. Se trata del temor bíblico, don del Espíritu, mezcla de respeto y de confianza, expresión de la delicadeza de su amor por Dios. ¿Cómo podría temer quien de esta manera se expresa: “Muchas veces me acaece oír decir a una persona que anda entre estos cristianos: ¡Oh Señor!, no me deis muchas consolaciones en esta vida; o ya que me las dais por vuestra bondad infinita y misericordiosa, llevadme a vuestra santa gloria, pues es tanta pena vivir sin veros, después que tanto os comunicáis interiormente a las criaturas”. Tiene una idea muy alta de la trascendencia de Dios, al tiempo que vive una profundísima actitud de confianza y abandono, de servicio y alabanza.
A “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida...” (Salmo 26, 1). Un rasgo fuerte y muy característico es la confianza absoluta, ciega, indefectible en Dios y cuyo secreto está en su determinación firme de querer servir a Dios por encima de todas las criaturas -el principio y fundamento ignaciano-; esta confianza le hace relativizar y superar miedos, trabajos, peligros, riesgos, soledades, tentaciones…
“Espántanse mucho todos mis devotos y amigos de hacer un viaje tan largo y peligroso. Yo me pasmo más de ellos, en verla poca fe que tienen, pues Dios nuestro Señor tiene mando y poder sobre las tempestades del mar de la China y Japón, que son las mayores que hasta ahora se han visto; y poderoso sobre todos los vientos y bajos, que hay muchos, a lo que dicen, donde se pierden muchos navíos. Tiene Dios nuestro Señor poder y mando sobre todos los ladrones del mar, que hay tantos que es cosa de espanto. Y son estos piratas muy crueles en dar muchos géneros de tormentos y martirios a los que cogen, principalmente a los portugueses. Como Dios nuestro Señor tiene poder sobre todos éstos, de ninguno tengo miedo, sino de Dios que me dé algún castigo por ser negligente en su servicio, inhábil e inútil para acrecentar el nombre de Jesucristo entre gentes que no lo conocen. Todos los otros miedos, peligros y trabajos que me dicen mis amigos, los tengo en nada”.
Tomado de: https://www.javerianos.org/conocenos/san-francisco-javier
Fotografía de Dominio público
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