La misión es una oportunidad para dar a conocer el amor de Dios en los diferentes lugares donde nos encontremos, la misma se empieza en el hogar siendo luz dentro y fuera de casa.
Soy la prenovicia Rubi Lorena Barbosa Cagua, me encuentro en prenoviciado de segundo año, a continuación, voy a compartir mi experiencia misionera antes y después de ingresar a la comunidad de Misioneras de Santa Teresita del Niño Jesús.
Antes de ingresar en la Congregación, mi experiencia misionera se llevó a cabo en el entorno a mi familia, amigos, compañeros de estudio y de trabajo; esta evangelización, la realizaba por medio del testimonio y también instruyéndolos acerca de la fe católica y del amor de Dios.
Mientras estaba en la casa, tenía deseo ardiente de ir a misión; por esto, buscaba la oportunidad para llevar a cabo la misma; en el trabajo, incentivaba realizar colectas para los geriátricos y personas necesitadas; brindaba ayuda a fundaciones que prestaban el servicio de rehabilitación a jóvenes y personas en las drogas y en la parroquia a la cual pertenecía (Santa María de la Esperanza en Bogotá) a ejemplo de Santa Teresita, colaboraba mediante la oración en la hora santa, a través del rezo del santo Rosario y la participación en la Eucaristía, uniéndome así a la Iglesia Universal Misionera. En vacaciones laborales, aprovechaba para colaborar en alguna pastoral, fue así como tuve la oportunidad de realizar una misión de navidad acompañando a los niños en las novenas y catequesis en el barrio Soratama, Bogotá, una gran experiencia que enriqueció mi vida.
Después de ingresar a la Comunidad de Misioneras de Santa Teresita del Niño Jesús, mi espíritu misionero se ha acrecentado desde la oración, las tareas del día a día, las diferentes pastorales y las misiones que realizamos en los tiempos fuertes de la Iglesia. En el prenoviciado he sido más consciente de la importancia de llevar vivir la unión entre oración y trabajo, como lo dice nuestro Padre fundador “Todo con la oración y nada sin la oración” es ahí donde empieza la misión a la que el Señor me invita, desde cada encuentro con Él. Esto me ha ayudado a fortalecer el celo misionero que hay en mi corazón, encomendando todos los días la realidad del mundo, aquella que me mueve a amar más a Jesús y a querer servirlo siempre, empezando por las personas que tengo a mi alrededor.
En estos momentos, veo la misión como la oportunidad para ir en nombre de Jesús al encuentro del hermano que sufre y espera una voz de consuelo; es así, como la misión de Navidad y Semana Santa las viví con: Amor Trinitario, corazón mariano y Espíritu de fe.
En las dos experiencias de misión que he tenido, he fortalecido mi vocación, teniendo el mismo deseo de Teresita que muchas almas se salven, he aprendido a trabajar en equipo, con las personas que nos encontramos en cada lugar, con las familias, laicos, sacerdotes, religiosas y demás personas; ya que como lo dice el Papa Francisco debemos caminar en Sinodalidad. He crecido en la creatividad y recursividad, aprovechando todos los medios que hay para evangelizar y compartir la alegría del encuentro con Dios.
Finalmente resumo mi experiencia misionera como el amor de Dios que quiere llegar a todos, pero tiene la necesidad de un misionero que sea su voz, su corazón, sus pies, sus manos, en conclusión, que sea otro Cristo que va al encuentro del hermano, especialmente de los más alejados.
Mi vida es un constante agradecer al Señor por estas experiencias, ser su instrumento para que otros lo conozcan y lo amen
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