Mi nombre es Elena Alejandra Chaperón Raguex, tengo 25 años de edad, soy de Guatemala, del Municipio de San Juan Sacatepéquez. Crecí en una familia católica y desde niña me inculcaron la fe cristiana. Me llamaba la atención las prácticas de fe y en familia rezábamos frecuentemente.
Cuando tenía 9 años tuve el deseo de entregarle mi vida al Señor como religiosa, no sabía en ese momento lo que era una vocación y tampoco había escuchado nada sobre la vida consagrada. Pero desde ese entonces el deseo fue creciendo y empecé a integrarme en mi comunidad de la Acción Católica, movimiento que pertenece a la Parroquia San Juan Bautista de mi municipio.
Fui monaguilla algunos años y a través de las catequesis me iba enamorando del Señor y me gustaba servir desde lo que podía hacer. Mientras fui adolescente seguía con la mirada a futuro de ser una religiosa, de manera especial me atraía la vida misionera. Durante ese tiempo era parte del equipo de proclamadores de la Palabra en mi comunidad y del coro. A la edad de 18 años acudí a mi párroco a pedirle orientación y dentro del acompañamiento espiritual me aconsejaba que debía estar segura si la inquietud que tenía era realmente viva y real a la edad que tenía o es que solo era un deseo de mi infancia.
Yo era consciente de mi deseo de consagrarme al Señor, así pues, me recomendó una congregación religiosa que tenía su apostolado en mi parroquia. No las conocí muy bien, pues no me atraía tanto su carisma y dejé a un lado mi inquietud, pues durante ese tiempo se presentaron dificultades familiares que me desanimaron espiritualmente. Seguía con mi vida normal, trabajaba y el tiempo que tenía lo aprovechaba para participar en los grupos de servicio de mi comunidad. Pero sentía que debía aportar más, me atraía mucho y me llegaba al corazón las citas bíblicas que hablaban de la misión, de dejarlo todo por Cristo, pero tenía muchos temores.
Mi familia sabía muy poco de lo que yo quería y eso no me ayudaba porque no tenía apoyo para buscar alguna congregación, pero no lo hacía porque le daba importancia a los comentarios negativos que pudieran surgir. Había entonces en la parroquia un equipo vocacional, que se encargaban de promover las vocaciones a los jóvenes tanto para el sacerdocio como para la vida religiosa; en el año 2016 organizaron un expo vocacional, en donde invitaron a diversas congregaciones masculinas y femeninas para que promovieran el carisma de cada una. Yo asistí, pero después entendí que Dios me movió a ir, pues en ese entonces yo no tenía algún deseo de hacer algún proceso y fui sin esperar algo importante de ese retiro. Era para los jóvenes de toda la parroquia y con los jóvenes de mi comunidad asistimos, de todos los que iban yo era la única que tenía la inquietud a la vida consagrada. Me llamó la atención la presencia de la congregación de las Misioneras de Santa Teresita; la hermana que las representaba mostraba una alegría en su rostro, llevaba una guitarra y sonreía mucho, eso me llenó el corazón de alegría y en el momento de conocer a cada congregación me acerqué a pedir información.
Cuando supe que eran misioneras me dije a mí misma que ese lugar era para mí. Fue tanta la impresión de conocerlas que a la siguiente semana las visité para que me orientaran en la inquietud que tenía, supe entonces que debía continuar con mis estudios y llevar un proceso de acompañamiento vocacional. Lo que me detuvo fue el saber que la casa de formación se encontraba en Colombia y que si decidía ingresar debía dejar mi país desde un principio, yo pensaba que cuando mi familia se enterara de esto iban a negarme su apoyo y mi sorpresa fue que me dieron su aprobación, y me dieron la libertad de escoger lo que quisiera en mi vida.
Comencé mi proceso de acompañamiento vocacional, el cual se fue fortaleciendo poco a poco gracias a todo cuanto fui viviendo y reflexionando. A mediados del año 2021 pedí el ingreso a la congregación de manera formal y al poco tiempo recibí la respuesta afirmativa. Hice la experiencia en la comunidad de Comalapa, Guatemala durante 20 días.
Después de enfrentar muchos obstáculos, dejé todo por seguir el llamado del Señor. Ingresé al Prenoviciado Miguel Ángel Builes, en Bogotá Colombia el 2 de febrero del 2022 y con mucha alegría voy afirmando mi vocación en estos meses que llevo como Prenovicia, pues me ha fortalecido la proyección misionera que tenemos en la Parroquia de San Gabriel Arcángel, la misión de Semana Santa y todo lo que la Congregación ha aportado en favor de mi vocación.
Doy gracias al Señor por mi vocación misionera y por las personas que acompañan mi caminar vocacional: Mis formadoras y compañeras. De la mano de Santa Teresita, quiero hacer de mi vida, una ofrenda de amor.
Doy gracias al Señor por mi vocación misionera y por las personas que acompañan mi caminar vocacional
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