El 22 de Junio de 1938 fue mi primer encuentro con Mons. Miguel Ángel Builes Gómez, cuando tenía un día de nacida a los 7 meses en Santa Rosa de Osos, Antioquia. Mi abuelita materna se madrugó conmigo porque la niña nació muy pequeña y parecía enferma según sus quejidos, además, era costumbre de los padres hacerlos bautizar y confirmar lo más pronto posible...
Al llegar a la catedral y hablar con el Sacerdote me administraron el sa- cramento del Bautismo, faltaba la Confirmación; mi abuelita se resolvió ir a la casa episcopal donde habitaba Mons. Miguel Ángel Builes Gómez y gracias a Dios se encontraba en su des- pacho. Mi abuela entró con la niña y le pidió el favor de administrarle la confirmación porque estaba muy enferma; la destapó y al verme dijo a mi abuela: “esta bandida va a durar más que yo”, me dio una palmadita en la cara y llévesela. Mi abuelita creyó en sus palabras y arrancó para donde la mamá que esperaba que la recién nacida no viviría más. Al año de edad me llevaron a la confirmación. La Costumbre en Santa Rosa cuando pasaba el Señor Obispo por la calle, era arrodillarnos para recibir su bendición y así lo hacíamos, sobre todo después del almuerzo cuando él salía a su caminada y nosotras las estudiantes estábamos por la calle. Siempre con la camándula en sus manos nos daba su bendición, pero no se distraía. La cele- bración de las Eucaristías en la catedral no las perdíamos como estudiantes del colegio María Auxiliadora a donde él iba en algunas ocasiones.
El día de mis grados como Maestra, en Noviembre de 1957, el Señor Obispo fue invitado a la ceremonia de graduación, llevó un libro “Paz y alegría” para rifar y tuve la suerte de ganárme- lo, eso me dio mucha alegría. Me coloqué en el magisterio y estando en Aragón tuve la dicha de recibir a Monseñor en una visita pastoral y como encargada de la catequesis a nivel de to- da la Parroquia el Párroco Pedro León Múnera me pidió el favor de un saludo en su nombre explicando cómo marchaba la tarea de la formación para los sacramentos en el área parro- quial. Se terminó el recibimiento y salimos para el almuerzo; me mandó llamar con un acólito que también era alumno de la escuela de varones donde yo trabajaba y de donde salieron va- rios alumnos como sacerdotes. Como Monseñor era muy cuidadoso con las jóvenes no permi- tía que montáramos a caballo al dos, nos recomendaba ser muy modestas en la forma de ves- tir, etc. Yo llegué a reemplazar a una profesora que el Señor cura sacó del salón con un palo de escoba porque la encontró tomando aguardiente delante de los alumnos. Entonces me imaginé que ya le habían llevado algún chisme al Señor Obispo de mí. De todas maneras fui a la llamada y al llegar a la casa Cural lo encontré hablando con una señora que tenía fama de chismosa. Mis inquietudes se convirtieron en miedo; yo estaba recién llegada a Aragón y era muy joven. Asomé la cabeza y al verme me gritó: Entre mijita, siga… y despachó la señora del coloquio; pude pasar, me saludó con cariño, agradeció mis palabras del saludo; yo ya estaba sentada escuchando a Monseñor para ver qué era lo que me iba a decir y lo importante que tenía para decirme; la pregunta si yo tenía vocación a la vida religiosa a lo que le contesté que ya estaba recibida donde las Lauritas y me dijo: qué tienen de más las Lauritas que las Teresitas?
En realidad aunque vivía en Santa Rosa no me daba cuenta de lo que hacían las Teresitas, me explicó un poco y me ofreció entrevistarme con la Madre Eucaristía, Superiora General cuando fuera a Santa Rosa; eso fue en 1960.
Las entrevistas con la Madre Eucaristía, los encuentros con Mons. Builes, fueron afianzando mi gusto por la misión y el Señor fue mostrando sus caminos. El Señor Obispo siguió orientando mi vocación a la misión durante cuatro años, que seguí trabajando en el magisterio.
La Madre Eucaristía me dio los formularios para llenarlos y los exámenes médicos; al convento casi no iba, pues estaba muy joven. El 26 de Junio por la tarde fui a despedirme del Señor Obispo y pedirle su bendición; se puso muy contento, me dio sus consejos sobre todo el de la santidad; le agradecí su ayuda espiritual. Puedo decir que Monseñor Miguel Ángel Builes fue mi Promotor vocacional, para las Teresitas. Ya el 27 de Junio de 1964 llegué al convento a las 6 de la mañana cuando se comenzaba la celebración Eucarística. Como era sábado, después del desayuno comenzamos a hacer los aseos y demás ocupaciones. Los encuentros con Monseñor Builes eran frecuentes, nos atendía en confesión y celebraciones litúrgicas. Nos daba orientaciones sobre Mi Testamento Espiritual cuando estaba en el noviciado. Cuando pro- fesé me enviaron para Ecuador, regresé después de varios años; ya se había terminado el convento de las Teresitas contemplativas, sueño que tuve con el Señor Obispo cuando me mostraba las ruinas. Sus últimos encuentros los tuve durante su muerte el 29 de septiembre de 1971 fiesta de San Miguel Arcángel a los 83 años y 20 días, el día de San Miguel Arcángel y en sus exequias 1° de Octubre de 1971 que los pude disfrutar porque me encontraba en San José de la Montaña terminando mis estudios de normal superior. Nos despedimos con las manifes- taciones de los periódicos y de los corazones de sus hijos e hijas fundados desde su corazón misionero, con la consigna: “Muere el Soñador.”
Muy queridas Hermanas, aunque el mensaje nos lo piden para las nuevas generaciones yo creo que nuestro Padre Fundador nos está hablando a las Teresitas de todas las edades y de todos los tiempos, más ahora con los signos de los tiempos encontramos en sus palabras y en sus hechos el signo del estar entre nosotros con la siempre preocupación de la santidad que hoy en día se traduce en signos de la caridad del servicio, de la preocupación por todos nues- tros hermanos que debe ser una preocupación constante del amor que todos lo necesitamos.
Hna. Edelmira Betancur Hincapié. Misionera Teresita.
Nota: siguiendo el ejemplo de Nuestro Padre fundador invitemos a los jóvenes a seguir a Jesús, sin temor y con decisión.
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