Soy la Hna. Yamile Ruiz Reyes, voy caminando mi sexto año en la etapa de juniora y quiero compartirles que en estos casi seis años he vivido varias experiencias muy significativas y que han marcado y llenado mi vida de gran manera. "El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres" (Salmo 125)...
Sin duda, el recordar mi primera obediencia en Cumaná, estado Sucre en Venezuela, marcó mucho mi vocación, mi vida consagrada; inicialmente las ultimas noticias sobre la situación socio-política que en su momento estaba aconteciendo no le inspiraban mucho ánimo a casi nadie el desear ir hacia allá. Recuerdo que en el año antes de viajar se realizó el congreso a la vida consagrada que organizó la CLAR, en Bogotá, asistí con la provincial, creo que fuimos las únicas de la congregación que tuvimos la dicha de asistir a este congreso. Allí puede conocer y compartir con varias comunidades de vida religiosa, masculina y femenina, como también seglares consagradas a su labor. Conocí una hermana venezolana, de la congregación de las Salesianas, ella sin saber que yo estaba destinaba en obedien- cia a ir a dicho país, me relató la cruda y lamentable realidad de su país; recuerdo que me decía: aquí en Colombia nos han tratado muy bien, hay comida y puedes comprar lo que quieras, y puedo pedir que me trasladen, pero es mi país, mi gente, y si es de morir luchando y acompañando a mi gente, no lo pienso dos veces.
Aquellas palabras me quedaron resonando y le admiré. Le dije que mi primera obediencia es ir hacia allá, me miró y me apretó la mano y sus palabras fueron: te irá bien si no te metes con el régimen. Se imparcial pero no des la espalda, es injusto el sistema, pero la gente es buena.
En ese instante tuve una conversación con la Hna. Myriam Beiner, en ese tiempo Provincial y le dije: Hermana, humanamente no quiero ir allá, pero yo sé a quién le hice mis votos y la única manera de saber si me irá bien o no, es yendo. «Aquí estoy Señor, Tú me has llamado»
Esta experiencia marco mi vida, aprendí a valorar lo que tengo y lo que no, aprendí a valorar un jabón, aprendí a compartir un poco de aceite con la gente; aprendí a redescubrir el sentido de mi presencia en aquél lugar, aprendí de la gente sencilla que lo importante no es carecer de algo material, lo real- mente importante es adentrarte a su realidad, acompañar en la fe, pero sobre todo tocar en esa reali- dad al mismo Señor, como decía la madre Teresa, tocar el cuerpo de Cristo en el pobre. Una vez más confirme su voz llamándome a servir; y para ello debía animarme a animar en medio del dolor, de la injusticia y del hambre.
Recuerdo que una vez, después de esperar unas tres horas de “cola” es decir fila, para el transporte, cuando ya por fin venia el microbús, un joven en la puerta me impidió el paso, no me dejaba subir, se- gún él no había puesto, yo le mire y le dije no importa como sea me subo; el joven no le gusto de a mucho pero igual yo también me quería ir a casa como toda la gente después de esperar tres horas bajo el ardiente sol. Aquel joven fue cobrando el pasaje del microbús; y por lo lleno que venía, la gente se apretujaba mucho y yo como puede me sostuve y no podía sacar el dinero de mi pasaje para pagarle, le dije un momento ahora te cancelo, esto llenó de “rabia” al joven y me insultó. Me dio mucha rabia y dolor, me parecía injusto aquel trato, pero peor fue tratado el Señor Jesús. Unas señoras le pedían que me respetara, pero él seguía insultándome. Yo solo res- piré profundo y le miré a los ojos, y le dije: no permitas que el siste- ma te envenene el alma, yo estoy sirviendo en un país que no es el mío.
Esta situación me dejo tantas enseñanzas. Solo sé que cuando Dios llama hay que responderle y servir. "«El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no es digno de mí» “(Lc 9, 62)"
Hna. Yamile Ruiz Reyes
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